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Un par de indios pelones

2016 
TENIAN una peque?a pero estrepitosa banda de m?sica; mientras camin?bamos entre los ?rboles, yo pod?a es cuchar las notas de las trompetas que reventaban en el cielo como pompas brillantes y met?licas. Era un sonido lejano y centelleante que se proyectaba en la agonizante y silenciosa tarde de la colina; entonces era clara y de finitivamente m?sical, una banda de m?sica. Me sent?a aliviado. La hab?a estado oyendo durante varios minutos, mientras march?bamos a trav?s de los bosques; pero el dolor interno hab?a vuelto mis sentidos tan enga?osa mente sensibles que cre?a que s?lo se trataba de un zum bido musical de mis o?dos; pero entonces me encontraba doblemente seguro, pues Buster se detuvo, y me mir? con los ojos en blanco y la cabeza inclinada hacia un lado. Llevaba una cinta azul en la cabeza con una pluma de pavo prendida sobre su oreja, y pude verla agitarse con la brisa. ?Hombre, ?escuchar lo mismo que yo? ?dijo. ?Lo he estado oyendo ?respond?. ??Demonios! Mejor salir del bosque para que poda mos ver algo. ?Por qu? no decir nada?, hombre. Caminamos de nuevo, nos apresuramos. Hasta que de pronto salimos del bosque. Nos detuvimos en un lugar de la colina donde la vereda bajaba al pueblo, y nos pusimos a observar. Se acercaba la hora del crep?sculo; m?s abajo pod?a verse la roja arcilla del sendero que atravesaba los bosques, pasaba junto a un ?rbol blanco derribado por un rayo, y se un?a al camino del r?o. El estrecho camino al desviarse pasaba junto a la vieja choza de la t?a Mackie; y m?s all? de la caba?a y del camino pod?a distinguirse el l?nguido y misterioso movi miento del r?o. Entonces las trompetas sonaban m?s ale gremente, aunque a?n muy lejanas, como si alguien sa cudiera en el cielo un pu?ado de moneditas brillantes y nuevas. Yo escuchaba y segu?a r?pidamente con mi vista el r?o que se retorc?a entre los ?rboles, pasaba junto a los edificios y las casas del pueblo, y all?, en el lejano extremo del pueblo, despu?s de la elevada chiminea y la gran esfera plateada de la torre del dep?sito de gas, flotaba el pabell?n que se extend?a como una nube blan ca, con sus brillantes cuerdas donde ondulaban las ban deras. Entonces empezamos a correr. Avanz?bamos con un trote lento, al estilo indio, porque los dos llev?bamos fardos. Adem?s nos encontr?bamos agotados por las pruebas que hab?amos realizado en el bosque y en la Laguna India. El alegre sonido de las trompetas nos hizo olvidar nuestra fatiga y nuestro dolor. Corrimos por el sendero como cabritos bajo el crep?sculo; nuestros uten silios de cocina (que eran sobrantes del ej?rcito) y nuestras cantimploras sonaban contra nuestros cuerpos. ?Estar retrasados, hombre ?afirm? Buster?. Te dije nosotros perder tiempo y llegar tarde. Pero ten?as que cocinar con lodo esa maldita chachalaca, como dice el libro. Podr?amos haber asado un maldito elefante mien tras esperar que esa porquer?a de chachalaca estuviera lista.
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