Con fondo verde y gritando

A lo largo de las naves parpadeaban los cirios en copi tas de bordes dorados; en lo oscuro esas se?as eran ojos de murci?lagos clavados contra los altares o enjambres de cocuyos escapando de una botella. Esa arena de luz lloviznada sobre Auxilio y Socorro las convert?a a veces en n?yades, otras en cabecitas de muerto de confite, se g?n las cortaban las sombras. El rumor de la cera crepitando se insertaba en el de un reloj oxidado y ?ste en el de sus descalzos pasos. Tocaban apenas el suelo, como pies de ahorcados, los pies de las Devotas. Bajo las l?pidas que pisaban, entre hongos y reliquias mustias, yac?an ocho generaciones mitradas: ojos vac?os miraban las mismas archivoltas, los d?as iguales amarillar desde la linterna los c?rculos de ?ngeles de la c?pula; leves como una bruma, amasi jos de huesos sujetaban el oro de las t?nicas que se incrustaban en ellos, apretaban, cart?lagos resecos, reli carios y c?lices. Cabizbajas, avanzaban hacia la sacrist?a Auxilio y Socorro. Iban leyendo los In Mem?ri?m grabados en el m?rmol. Tocaban los textos verdinegros con la punta del ?ndice y se persignaban. O?an un gorjeo: eran las vocalizaciones de Rita Pl?. Cuando empujaron las por tezuelas, la encontraron frente al Bruno, que alzaba una batuta, con la boca abierta como la que en el libro pri mero de lectura va a deletrear Abanico Ala Ave.